Por: Nathanael Pérez
Neró
Hace un mes que Albert Pujols pudo anunciar su retiro cuando
terminó su estadía en waivers, una lista donde rara vez llegan los peloteros de
su raza, pero optó por seguir activo, cambió la piel roja de toda su carrera
por un azul que le hace parecer liceísta, el equipo de sus amores de niño.
Cuarenta días después del brusco rompimiento entre el
inicialista y los Angelinos no debe haber remordimiento entre ninguna de las
partes.
Pujols tenía con Anaheim una línea ofensiva de
.198/.250/.372 con cinco cuadrangulares y 12 remolcadas en 86 turnos hasta el 5
de junio. Como un Dodgers la experiencia ha sido mejor; .246/.292/.525 con
cinco vuelacercas y 13 remolques en 61 turnos.
Los Angels iban últimos en el Oeste con 13-16, a 4.5 juegos
del primer lugar. Hoy marchan terceros (33-32), pero a seis partidos de la
cima. Jared Walsh, el inicialista con el que Pujols se repartía el tiempo, ha
sacado provecho y desde entonces promedia .264/.326/.535 con ocho jonrones y 22
producidas en 129 turnos.
Pero la permanencia de Pujols en el terreno pasa por la
posibilidad de alcanzar o por lo menos perseguir los 700 cuadrangulares y
convertirse en apenas el cuarto hombre en lograrlo, un objetivo al que los
números como un Esquivador animan al optimismo.
Pujols, que hace filas por los turnos que deja el titular
Max Muncy, ha pasado de pegar un vuelacercas cada 17.2 turnos como Angels a uno
cada 12.2 como Dodgers y ya totaliza 672 en su carrera, a 28 del objetivo.
Si el nacido en Cristo Rey hace 41 años puede mantener la
cuota de turnos que ha logrado este mes (2.9 por juego) agregaría 281 en lo que
resta de campaña.
Si retiene el ratio jonronero logrado en Chavez Ravine
entonces sumaría 23 y finalizaría el curso con 695, una cifra que invitaría
(como ya lo expresó) a buscar trabajo para 2022, cuando será agente libre
apenas por segunda vez en su carrera de 21 años.