SANTIAGO.- Prepararse para una pelea de boxeo donde esté en juego un título mundial, requiere de una gran preparación física, cuidado alimenticio y vigilancia médica, sobre todo cuando se es retador y va a la casa del campeón.
Ese no fue el caso de Enrique Sánchez quien tuvo que entrenarse en una pequeña sala de una humilde casa, cuando en 1984 enfrentó al monarca Alberto Dávila.
Corría el mes de abril y la pelea estaba pautada para el 26 de mayo, Sánchez y su equipo de preparación entraba en la etapa de acelerar para llegar en el tope de las condiciones.
Entonces, vino lo inesperado, los días 23, 24 y 25 de abril, hace 36 años, cuando los dominicanos regresaron del asueto de Semana Santa, encontraron que todos los productos de primera necesidad habían subido de precio.
Comenzaron las protestas, las cuales fueron reprimidas por el gobierno y las calles se convirtieron en un peligro, obligando a los ciudadanos a refugiarse en sus hogares.
Lo que fue definido como una poblada dejó muchos muertos en las calles de República Dominicana.
Sánchez y su equipo de trabaja no podían salir al gimnasio a prepararse para el compromiso que le esperaba contra Dávila, un mexicano-estadounidense que tenía en su poder el título gallo de las 118 libras.
En una humilde casa en Nibaje, Enrique Sánchez se refugió a prepararse para el gran compromiso, utilizando la estrecha sala donde no había espacio para moverse, ni instalar un sandbag.
Papi Bisonó era quien estaba sosteniendo la carrera de Enrique Sánchez como apoderado y trajo desde Puerto Rico al entrenador Alberto Caquías, para que se encargara de la preparación del púgil cibaeño.
Enrique se prepara sin ningunas condiciones, no tenía espacio, equipos ni sparring para prepararse debidamente para un compromiso mundialista.
El gladiador quisqueya era guapo y tenía una fulminante pegada, confiaba en él y derrochaba optimismo.
Aunque no se estaba preparando de la forma meticulosa como exigía el compromiso, Sánchez no rehuía pleitos y sin estar debidamente preparado esperó impaciente la fecha.
La cartelera se montó a cielo abierto en la playa del Miami Beach Hotel Car, con un ring encima de la arena.
Con el hambre que tenía de ganar, Sánchez se plantó en el centro del cuadrilátero a intercambiar golpes con el campeón, que era el favorito del público, en sus mayorías estadounidenses.
La narración que hacían de la pelea Apolinar Medina Díaz, Ramón De Luna y Carlos Nina Gómez, seguida con entusiasmo en el país,
Cuando sonó la campana para el asalto número siete, Enrique Sánchez parecía ir ganando el combate y olfateaba la corona mundial de peso gallo que avalaba el Consejo Mundial de Boxeo (CMB).
Entonces, se presentó un ventarrón, con un torrencial aguacero que convirtió el ensogado en una piscina.
El referí Carlos Padilla permitió que el asalto terminara para luego entrar en una larga pausa, donde había que secar la lona y los que habían corrido a refugiarse regresaran a la zona de la pelea.
Cuando el combate se reanudó, Sánchez siguió buscando la victoria con vehemencia, pero el cansancio, producto de la poca preparación se fue apoderando del criollo.
El final llegó en el undécimo capítulo, Enrique Sánchez luchaba contra el campeón y como era el atacante, pendiente a no resbalar en la mojada lona.
Quienes no lo vieron entrenar se preguntará ¿por qué se cansó? Pero quienes vieron las pésimas condiciones como se preparó se preguntan, ¿Cómo llegó hasta el penúltimo asalto?