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lunes, 15 de julio de 2019

La pelota invernal aún prepara a estrellas de Grandes Ligas



MLB. Hunter Pence hizo una pausa durante el Juego de Estrellas, en Cleveland, para dejar de lado por un momento la noticia de la semana y enviar un mensaje a un grupo de aficionados en particular.

“Aquí todos somos Toros”, dijo Pence, con una enorme sonrisa y mirada de complicidad.

El bateador designado de los Rangers de Texas, ganador del voto popular para iniciar el Clásico de Mitad de Temporada por la Liga Americana, aprovechó la cámara del periodista dominicano Marino Pepén para recordar con gusto su reciente experiencia en el béisbol invernal.

Pence no conoció la pelota del Caribe en sus tiempos de prospecto con los Astros de Houston ni mucho menos durante su tiempo como jugador estelar de esa divisa y posteriormente de los Filis de Filadelfia y los Gigantes de San Francisco.

El colorido toletero derecho tuvo su primera prueba en los estadios latinoamericanos hace apenas algunos meses. En diciembre, llegó al competitivo circuito de la República Dominicana, para sumarse a los Toros del Este. Atravesaba uno de los momentos más difíciles en su carrera. Quedó en libertad, tras batear para .226 de promedio, con .590 de slugging, y pasar buena parte de la temporada en Triple-A. Así fue como recibió una oferta para buscar en Quisqueya el camino de regreso.

“Fue una experiencia que me cambió la vida”, aseguró Pence en marzo, durante los Entrenamientos de Primavera, al encontrarse en Arizona con los enviados de Lidom. “Fui muy afortunado de haber jugado para un gran equipo y una gran ciudad”.

El recorrido del slugger nacido en Fort Worth dio un giro a partir de eso. Tanto así, que este martes abrió en el lineup de la Americana en el Progressive Field.

“La competencia con los Toros definitivamente me ayudó a alistarme para hacer el equipo”, sostuvo en marzo. Y los números son la mejor prueba. Ha resurgido con el madero, y a los 36 años de edad acudió a su cuarto Juego de Estrellas, con promedios de .294/.353/.608 y 15 jonrones, además de 48 empujadas y .962 de OPS.

Pence no está solo. En diciembre le tocó verse con un campocorto en ascenso, que entonces tenía 19 años de nacido y etiqueta de súper prospecto. Fernando Tatis Jr. y su padre del mismo nombre no ocultaban el anhelo de que aquellos cotejos que jugó con las Estrellas Orientales completaran el fogueo necesario para tomar por asalto las paradas cortas de los Padres a partir de marzo.

Tatis, que hoy es uno de los principales candidatos al Novato del Año en la Nacional, vio acción en 23 choques en Lidom y dejó un OPS de .866, con 7 robos en 9 intentos. Para sorpresa de muchos, con San Diego ha estado todavía mejor, con 1.013 de OPS y 13 estafas en 16 chances, más 14 cuadrangulares.

Jugar en el Caribe todavía puede ser la etapa final del desarrollo o el trampolín para volver a lo alto. El colombiano Harold Ramírez llegó como agente libre a la LVBP, el circuito venezolano. Los Leones de Caracas se interesaron en él, por su notable cosecha en Doble-A. Allí fue campeón bate, con chispazos de poder y velocidad, y se convirtió en el toletero más peligroso de los felinos, en la pelota invernal.

El neogranadino consiguió un contrato de Ligas Menores con los Marlins de Miami y tuvo que marcharse. Pero él y el equipo insistieron ante los Peces, hasta recibir un permiso adicional. Después de todo, no estaba en los planes que jugara tan rápidamente en las Mayores. No había que cuidarlo en exceso.

Ramírez regresó al campeonato venezolano en diciembre, para terminar de amarrar el título de bateo y llevar a los capitalinos a la final. Luego de eso, trituró Triple-A. No quedaba otra salida que llamarlo a la Gran Carpa. Ahora es uno de los patrulleros habituales en el Marlins Park.

José Martínez ya era grandeliga con los Cardenales de San Luis cuando se reportó a los Tiburones de La Guaira, el equipo que comparte el estadio Universitario con los Leones.

“No vine a trabajar nada ni mejorar nada, vine para tratar de ganar juegos”, aseguró. Pero sí trabajó. En las prácticas se le vio tomando roletazos en la primera base, la posición que le ha resultado tan difícil y que en aquel entonces parecía ser su oportunidad en las Mayores.

En el Universitario le tocó recibir los disparos de Miguel Rojas, el actual shortstop de Miami, hasta entonces no más que un utility con cinco justas de experiencia en MLB.

Rojas ahora es el primer bate del manager Don Mattingly, quien hizo campaña para que le llevaran al Juego de Estrellas. Le veía tantos merecimientos como los que sin duda tenía Pence.

El shortstop venezolano ha resultado una sorpresa por su súbito aporte con el barquillo. Tiene promedios de .295/.352/.374 y ha resultado ser mucho más que un mero experimento de Mattingly.

El cubano Rangel Ravelo, que no se pierde un torneo invernal, dio por fin el salto con San Luis, luego de un lustro triturando el pitcheo del Caribe con los Cardenales de Lara y antes con los Leones del Escogido. Pero hay otros que subieron para también cumplir su sueño y tomar algo más que un café.

El colombiano Giovanny Urshela fue un visitante habitual de la LVBP, que se mudó a Lidom para el campeonato 2018-2019. Ahora vive su mejor momento los diamantes, convertido en estrella de los Yankees de Nueva York, bateando para .304/.355/.469 y mostrando una sólida defensiva en la tercera base.

En México también tienen historias. Gerardo Reyes, novato de brillo con los Padres, pasó por los Yaquis de Ciudad Obregón antes de este bautizo de fuego. El relevista Oliver Pérez actuó con los Tomateros de Culiacán, antes de retomar su rol de zurdo dominante en el bullpen de los Indios de Cleveland. Sergio Romo fue de cerrar juegos con los Rays de Tampa Bay a hacerlo con los Charros de Jalisco, a los que ayudó a ser campeones, y ahora salva con los Marlins.

Hubo un tiempo en que el béisbol del Caribe era una cita casi obligada para futuras estrellas y leyendas nacionales. Roberto Clemente, Orlando Cepeda, Rico Carty, Vicente Romo, Luis Aparicio y David Concepción brillaron en América Latina, como también muchas figuras importadas que hoy parecen inalcanzables, como Willie Stargell, Pete Rose, Bob Gibson o Willie Mays.

Quizás Pence no pensaba en eso cuando aceptó jugar en Dominicana. En esos días no se trataba de soñar en grande, sino de reencontrar el camino del éxito. Y él lo encontró. Por eso sonreía tanto en el Juego de Estrellas, en Cleveland.